viernes, 25 de abril de 2008

Porque no engraso los ejes
me llaman abandonao.
Porque no engraso los ejes
me llaman abandonao.
Si a mí me gusta que suenen,
pa' qué los quiero engrasaos.Es demasiado aburrido
seguir y seguir la huella,
Es demasiado aburrido
seguir y seguir la huella,
Demasiado largo el camino
sin nada que me entretenga.No necesito silencio,
yo no tengo en qué pensar.
No necesito silencio,
yo no tengo en qué pensar.
Tenía, pero hace tiempo,
ahora ya no pienso más.
Tenía, pero hace tiempo,
ahora ya no pienso más.Los ejes de mi carreta,
nunca los voy a engrasar

viernes, 18 de abril de 2008



All the things you are, el seguimiento de una historia de surgimiento.
Lo contemporáneo en toda época. Una abertura de boca, pequeña, para permitirse fragmentar lo de afuera, lo de la puerta hacia afuera, y volcarse al final de todo en una inmensa cavidad de ...... de...... la verdad, no sé, anteojos, y un poco de soplido mi amor que todo lo que va, vuelve siempre.

viernes, 11 de abril de 2008


Cada vez más, el invierno será un retorno hacia las hojas húmedas, elegantes, a menos que choquen entre sí (pero si ni siquiera invaden un pequeño espacio de amontonamiento, de vigilancia). Un invierno de tres pasitos y creo que un poco más puedo, pero el viento frío y casi azul altera mi piel, y ahora sí que no me pidas más, porque la baldosa que viene está firme y me puedo caer. Pero como un invierno siempre muta al espejo de lo interno, creo, cae y se renueva, así, todo el tiempo. Son dos cosas que no se pueden separar. Repito: no se pueden separar, siempre y cuando reconozcan su ambigüedad. Porque si hablamos, el invierno vive solo y repite generalmente. Por eso es que cuando conocí a Sergio, el invierno se me vino encima. Me vestí de invierno y empecé a reir invierno. Era como no poder estornudar y tener al lado algo que te provoque esa sensación. Ni más ni menos que algo no deseado, pero tampoco elegido. Sergio nunca transpiraba ni salpicaba, por eso digo que era el invierno mismo de un barranco solo y desahuciado. Hasta creo que nunca me miró a los ojos, pero el invierno siempre está presente, y por eso hablo de él todo el tiempo.
Sergio lavaba los platos todos los días como si fuera propio de la naturaleza humana limpiar todo lo que está alrededor, y secarlos, por supuesto, siempre suponiendo que nunca se habían mojado. Y ni un salpicón, eh, porque yo nunca lavé nada, sin embargo podían pasar días sucios, los platos. A veces se me ocurre pensar que quizás la posdata de la vida sea el misterio de lo inexpresable. Y eso que yo no podía contar, era Sergio y su invierno, el cual implica sus contagios, en el que estoy involucrada viéndolo de cualquier punto de vista. Pero no quiero decir que estoy arrepentida de haber conocido a Sergio, porque dentro de todo el invierno me acompaña en algunos momentos, me abriga con lanas de mala calidad, me tumba pero me toca un poco por lo menos. Ahora que pienso, no lo veo tan mal eso de congelar y darle alfombra roja al silencio, porque por lo menos estoy con él.
En algún momento surgirá el otoño, y seguirá siendo invierno para mí y para Sergio, y creo que estamos bien.